Por los despachos del poder empiezan a circular telegramas de cansancio con el PP. Son desahogos en voz baja que, tras el episodio catalán, empiezan a filtrarse a la calle. Ya no cuenta la recuperación económica –¿achacable a las buenas políticas del gobierno o a los vientos de cola internacionales?–, sino una sensación de fatiga generalizada. Cuestión de imagen, tal vez: Rajoy sería un presidente del siglo XX para un país ansioso de novedades. El primer gran impulso de cambio generacional tuvo lugar en la década de los ochenta, cuando empezó a construirse el modelo territorial de las autonomías, el Estado del bienestar y una democracia inserta en el corazón de Europa.
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