«Más que una conquista –escribe Rachel Bespaloff en De la Ilíada–, el sentido de lo verdadero es un don». El don es la dignidad humana, cuyo valor se asienta en los límites precisos de la experiencia concreta y no en el coro de los derechos abstractos. «Lo que Homero exalta y santifica frente a Nietzsche –prosigue la filósofa búlgara– no es el triunfo de la fuerza victoriosa, sino la energía humana en la desgracia, la belleza del guerrero muerto, la gloria del héroe sacrificado, el canto del poeta en los tiempos futuros; todo aquello que, vencido por la fatalidad, sigue desafiándola y la supera».
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