En una nota del 29 de mayo de 1941, el capitán de la Wehrmacht Ernst Jünger explica que supervisó el fusilamiento de un soldado condenado por deserción. Al principio dudó si debía aceptar el encargo o inventarse algún tipo de excusa. Luego pensó: “quizá sea mejor que estés allí tú y no otro cualquiera”. En sus diarios, refleja con precisión clínica los últimos momentos del condenado: la mosca que corretea por su mejilla, la lectura de la sentencia, la oración del capellán, el crucifijo de plata que besa el soldado, el cartoncillo rojo cosido al pecho que servirá de diana, las facciones de su rostro al caer, la palidez de la muerte.
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