En octubre de 1925, al poco de cumplir los veinte años, Arthur Koestler preparaba su último examen en el Politécnico de Viena para graduarse como ingeniero. Nacido en Budapest en 1905, hijo único de un rico industrial judío que se arruinó durante la I Guerra Mundial, el joven estudiante se había pasado el verano leyendo a Goethe y su teoría de las dos almas que habitan en cada hombre: dos almas enfrentadas y, en su caso, inquietas hasta el infinito. La duda estribaba entre la vida confortable y apacible de un alto burgués, a la que le invitaban sus estudios de ingeniería, y el anhelo utópico de una justicia universal.
Extracto del artículo publicado en ABC Cultural. Puedes seguir leyendo aquí.
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