En su novela En el café de la juventud perdida, Patrick Modiano se refiere al otoño como “la estación de los proyectos”. El novelista francés no percibe en él ni el rastro melancólico de la lluvia ni los primeros fríos que llegan del norte ni la alfombra cambiante de las hojas secas. O quizás sí, pero no le entristecen. “Hay electricidad en el aire de París en los atardeceres de octubre, a la hora en que va cayendo la noche» anota Modiano. «Incluso cuando llueve. No me entra melancolía a esa hora, ni tengo la sensación de que el tiempo huye. Sino de que todo es posible”.
En otoño es cuando se da inicio al curso escolar, cuando los jóvenes vuelven a la universidad y cuando en el parlamento se aprueban los presupuestos del año siguiente. Que el otoño constituya la estación de los proyectos no deja de ser una paradoja excelente. Cuando parece que todo se marchita pasada la juventud y la primera vida adulta, la primavera y el verano, precisamente ése es el periodo en que surgen las oportunidades. Nada se cierra en sí mismo, a menos que muera. Algo así deben de estar pensando los políticos españoles: que en otoño todo es posible. Incluso reavivar el ritmo del partido.
Artículo publicado en Diario de Mallorca.
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