Recuerdo que, el día en que se produjo la matanza en el instituto de Columbine, yo asistía a una clase de antropología en la Universidad de South Orange, en Nueva Jersey. Ajeno al suceso, nuestro profesor –un joven guatemalteco especializado en las comunidades indígenas de la Costa de los Mosquitos– celebraba la vida. Acababa de ser padre por primera vez y nos habló de la fuerza del amor en la cadena evolutiva. “Los antropólogos sabemos –nos dijo– que el gran salto evolutivo de nuestra especie ha sido la capacidad de amar y compartir”. Y a continuación disertó sobre los neandertales y sus enterramientos rituales, definidos por sus collares de flores y las construcciones de piedra, como las que se acaban de descubrir ahora en Francia. “Las flores nos demuestran –prosiguió– que ya entonces eran capaces de amar y de elaborar algún tipo de fe religiosa”. De forma casi simultánea, mientras el profesor pronunciaba aquellas palabras, dos adolescentes entraban en la escuela secundaria de Columbine armados con varias escopetas, una carabina semiautomática y bombas de propano. Murieron asesinadas trece personas: doce alumnos y un profesor. Era el año 1999.
Fuente: The Objective.
Artículo completo: Los neandertales.
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