¿Qué libro que no he leído me ha influido más?
Stefano ni siquiera sabe francés cuando le ofrecen irse a París una temporada. Un compañero tenía plaza en una residencia de artistas pero ha cancelado el viaje a última hora, “¿quieres ir tú en mi lugar?”. Le imagino fumando un cigarro apresurado en la puerta de la Statale de Milán mientras decide que sí, que lleva meses trabajando sobre las ideas de un profesor de la Sorbona y quiere conocerle de cerca, seguir sus clases en persona, tener delante un trozo vivo de la futura Historia de la Filosofía.
Jean-Luc Marion lleva pajarita y es todo lo excéntrico que se puede esperar de una estrella de la filosofía –en un país donde la filosofía forma parte del pop-. Stefano le sigue con la mirada por el aula mientras busca en sus explicaciones las líneas firmes que marcó Descartes en sus Meditaciones metafísicas, el autor que le ha llevado a este maestro por reflejo. El padre de un pensamiento tan claro y ordenado que podría sostener siglos de pensamiento posterior. La filosofía como método, lejos del capricho inútil que se imaginan muchos; un cliché, por lo demás, transversal, desde la barra del bar hasta el despacho del ministro.
Stefano, que sabe reparar su moto y construir guitarras eléctricas, que acompañaba a su abuelo a embotellar el vino y recogía el tomate del huerto de casa para la ensalada, ama lo concreto. Quiere entenderlo y tocar con los dedos la sustancia de la que está hecha la realidad. Y cuando estudia las Meditaciones metafísicas, en segundo de carrera, ve extenderse ante él un camino de certezas que se comprometen con lo que hay, no con lo que se imagina.
“¿Te interesa Descartes? Deberías leer a Marion”. Y se toma tan en serio el consejo, como hace siempre con todo lo que vale la pena, que le cambia la vida. A las pocas semanas de llegar a París se encuentra pasando la tarde en casas de amigos franceses aunque sigue sin hablar su idioma, pero ellos tocan el piano y beben buen vino blanco: la comunicación es fácil. Incluso con la chica española que nunca había venido antes y que comparte su gusto por Molotov y Ska-P, de donde salen las únicas frases en español que él conoce. Cantan juntos un par de estribillos y las siguientes semanas comparten auriculares para contarse quiénes son a través de los CDs que todavía entonces se escuchan. Cuando él aprende algo de francés le explica, “he venido a París siguiendo a un maestro”. Ella por fin entiende qué tipo de persona tiene delante.
Han pasado once años y Stefano habla en español a nuestros dos hijos. Pero yo todavía no he leído las Meditaciones metafísicas.
Lupe de la Vallina es fotógrafa. Es colaboradora habitual de Jot Down y El País Semanal, además de otros medios.
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Me ha encantado. Que regalos da la vida de vez en cuando.
Creo que voy a leer Meditaciones metafísicas.