Un velero encalla en las costas del norte de Francia. Responde al nombre de Maison Jacobs. En la playa, un viejo con boina anota el canto callado de los peces. Unos niños juegan al balón: ¡Olivier!, ¡Olivier!, gritan. Sobre la arena, los trazos borrosos de un haiku y los restos de un collage hecho con una caracola y dos estrellas de mar. Sólo la niebla, nos advierte de que se trata de un sueño.
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