En su biografía sobre Erasmo, Johan Huizinga traza un retrato del idealista moderado:
“Como tipo intelectual, Erasmo pertenecía a un grupo bastante reducido: el de los idealistas absolutos que al mismo tiempo son completamente moderados. No pueden soportar las imperfecciones del mundo; se sienten constreñidos a combatir. Pero los extremos no convienen a su carácter; retroceden ante la acción, porque saben que derriba tanto como edifica; y por eso se retiran, y siguen clamando que todo debería cambiar; pero en cuanto se produce la crisis, se ponen de mala gana de parte de la tradición y el conservadurismo. Y una parte de la tragedia de la vida de Erasmo consiste en esto: que él veía las cosas nuevas y venideras con mayor claridad que nadie; que necesitaba luchar contra lo viejo; y, a pesar de ello, no podía aceptar lo nuevo».
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