Hace unos años, la profesora de Yale Amy Chua publicó Battle Hymn of the Tiger Mother, un feroz y polémico ensayo sobre la educación de sus hijas. En él reivindicaba los valores de la disciplina, la memoria, el esfuerzo y la ambición. Todo lo que no fuera la excelencia quedaba apartado sin piedad: un notable constituía un motivo de vergüenza para los padres, al igual que no ser el número uno de la promoción. Más allá de las matemáticas, el ajedrez o la música, las actividades extraescolares representaban una costosa pérdida de tiempo y dinero. El dominio de las materias se adquiría mediante una incesante repetición de los ejercicios: horas y horas de práctica, hasta que la solución correcta se mimetizara con el inconsciente. El éxito académico, por supuesto, no era negociable.
Como es natural, el libro generó en los Estados Unidos una polémica incendiaria: ¿debemos concebir los colegios al modo de una fábrica de robots? ¿No gozan acaso los niños del derecho fundamental a la infancia? ¿Qué papel le asigna la autora al juego? ¿Una pedagogía basada en la memoria no actúa en contra del espíritu creativo y de la curiosidad natural en los niños? Las críticas no hicieron ninguna mella en Amy Chua, no en vano Battle Hymn of the Tiger Mother se había situado en el centro del debate educativo de su país, además de proporcionarle pingües beneficios. Cuando acudía a los platós televisivos solía responder con una pregunta: ¿qué nacionalidades o grupos étnicos copan los programas de doctorado y postgrado de las mejores universidades del mundo? Básicamente, asiáticos y judíos. Y no por motivos de superioridad racial, sino por las expectativas de las familias y por su apego a los métodos tradicionales de enseñanza: el esfuerzo, la repetición y la competitividad. El argumento era simple y creíble a la vez, lo cual facilitaba su aceptación. Al fin y al cabo, la queja de los adultos de cualquier generación siempre es que el pasado – su pasado – fue mejor. O lo que es lo mismo: más duro, más exigente, más difícil.
Junto a su marido Jed Rubenfeld, también profesor en Yale, Amy Chua ha regresado al prime time del debate público con un nuevo ensayo, The triple Package, que busca diagnosticar las causas del ascenso y de la caída de los distintos grupos culturales que conforman los Estados Unidos. Se identifican ocho comunidades de gran éxito – las de origen judío, asiático, hindú, mormón, cubano, libanés, iraní y nigeriano – frente a la relativa decadencia de los americanos de raíz anglosajona y germana, de los hispanos y de los afroamericanos. ¿Qué caracteriza a este nuevo sector emergente? Una determinada actitud derivada de una narrativa de la excepcionalidad – considerarse a sí mismos, de algún modo, un “pueblo elegido” -, cierta inseguridad por no estar a la altura de las exigencias de su propio mito y, finalmente, el ser capaces de enfocar el largo plazo a partir de una gran dosis de autocontrol. Esto es, una cultura fundada en la superación personal frente al hedonismo, el igualitarismo o cualquier otra modalidad de la corrección política.
La tesis de The triple package se centra en la reproducción de las clases sociales. ¿Cómo se explica el éxito y el fracaso de las personas y de las familias, de los barrios y de las ciudades? No lo sabemos, por mucho que los autores del libro repitan machaconamente sus argumentos. Sabemos que la índole de las instituciones cuenta, al igual que la libertad, la apertura al exterior, la competencia y las expectativas. Las tradiciones se transmiten hasta cierto punto, pero también mutan y cambian con rapidez. ¿La singularidad asiática es automotivada o contiene un buen número de elementos externos que la retroalimentan? ¿Podemos hablar de una Europa meridional secularmente pobre, ignorante y corrupta frente a los países responsables y serios del norte? ¿Cuánto hay de verdad y de mentira en ese tópico? ¿Por qué naciones con resultados mediocres en educación – el caso de Suecia – son capaces de sobresalir científicamente muy por encima de sus vecinos? La sociología y la cultura son realidades mucho más complejas que las FAQ de salón que nos ofrecen los gurús de moda. Y éstos difícilmente superan la prueba del tiempo.
Artículo publicado en Diario de Mallorca.
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