Entrevista a José Ramón Iturriaga
– La última vez que cenamos juntos, José Ramón, hablamos del poeta irlandés Seamus Heaney y de la pregunta que, desde adolescente, se repetía una y otra vez en su conciencia: “¿Qué has hecho con tu vida, Seamus? ¿Qué has hecho con ella?”. En realidad se trata de la parábola evangélica de los talentos, lo cual me recuerda un apunte de Ortega que sería aplicable a la situación económica actual: “religiosus – escribe Ortega – quería decir escrupuloso, por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente. Lo contrario es la negligencia, el descuido”. Pienso que la pregunta de Heaney y la consideración de Ortega son aplicables a lo que nos ha sucedido en estos últimos años. Cuando cayó el muro de Berlín, Fukuyama habló del fin de la Historia, del triunfo definitivo de una cierta idea del liberalismo. Ahora, en cambio, parece que la Historia se ha puesto de nuevo en marcha y no sé si siempre para bien. Así pues me gustaría recuperar esa pregunta de Heaney y lanzártela a ti: ¿qué hemos hecho con la economía, José Ramón? ¿Hemos sido escrupulosos con la misma o cedimos a la negligencia?
Daniel, no hemos hecho nada distinto que no hayamos hecho antes y por antes me refiero a casi todo el pasado. No es que la raza humana se haya vuelto más descuidada o más avariciosa. O que la tan manida globalización haya tenido unos efectos perversos sobre la economía. O que las nuevas tecnologías hayan fomentado la vagancia y la superficialidad. Yo creo que no es nada de eso. Somos igual de avariciosos, vagos, descuidados y superficiales que hemos sido siempre. Sencillamente lo sucedido es consecuencia de las también bíblicas vacas gordas. Los periodos de bonanza –y más cuando son tan largos y sostenidos- nos llevan a bajar la guardia o, como se dice ahora por la influencia anglosajona, a ser más “complacientes”. Y el ruido de lo accesorio –con planteamientos de nuevos paradigmas incluidos y no solo en lo económico- nos hace perder pie y pensar que esta vez va a ser distinta: que no caerá el precio de las casas, que los apalancamientos son sostenibles, que la liquidez es la respuesta a todas las preguntas, etc. La inercia es tan grande en estos casos que los que dudan de las nuevas verdades o del nuevo statu quo son desacreditados rápidamente. Pero al final lo que no puede ser no es y los desequilibrios se acaban corrigiendo. Y creo que no hay que flagelarse. Son cosas que han pasado, pasan y seguirán pasando. Son inherentes a la naturaleza humana. Nos enfrentamos a un periodo de regeneración socioeconómico que en cierta medida debería atajar el relativismo de los últimos tiempos. La clave, ahora, es tratar de no desaprovechar esta crisis y ser capaces de construir sobre cimientos más sólidos.
– Supongo, de todos modos, que el caso español tiene su particular intrahistoria y no creo que todo sea achacable a los ocho años del zapaterismo ni a las reformas frustradas del último Aznar. Quiero decir que, a veces, tengo la sensación de que todavía nos movemos empujados por una retórica equivocada y un punto castiza, deudora de la ausencia de un siglo XVIII intelectualmente potente. Hablo de España, claro está. Una economista tan perspicaz como Deirdre McCloskey ha escrito páginas luminosas sobre la centralidad de la retórica – burguesa, se entiende – en el desarrollo de las naciones. Aquí, a lo largo de la Historia, el discurso dominante ha sido otro y, a menudo, la riqueza ha ido asociada a la cercanía del poder – como pago de favores – más que al libre comercio o a la calidad institucional. ¿Cómo lees lo que nos está sucediendo? ¿Crees, de verdad, que estamos preparados para la globalización y manejamos ya las retóricas de progreso adecuadas?
Este análisis es harto complicado porque la autocrítica –que no el cainismo- va poco con nuestro carácter y cualquier opinión es susceptible de ser criticada por estar alineada con tal o cual postura. Pero, en pocas palabras, creo que los efectos de las vacas gordas en el caso español han sido más perniciosos en los aspectos humanos que en los económicos y veo más difícil la regeneración moral que la económica.
Por el lado económico el impacto ha sido evidente: burbuja inmobiliaria, dinero fácil, pinchazo, crisis financiera y sus consecuencias en términos de destrucción de empleo y recesión económica. Ahora bien, las soluciones son claras y en lo que toca a las decisiones de política económica, éstas nos vienen, en gran medida, impuestas. Con mayor o menor determinación –ahora más que hace unos meses- estamos en ello. Además, como consecuencia clara de la globalización, de la economía de mercado y del proceso de internacionalización vivido en los últimos años, las empresas españolas estaba mejor preparadas para la crisis que las administraciones públicas y han sido capaces de cambiar el rumbo y adaptarse a los nuevos tiempos mucho más rápido. Y si bien es verdad que en la memoria colectiva pesarán más los desmanes de cajas, sacyres y demás compañeros mártires – por aquello de que las malas noticias son más noticia -, eso no debería empañar la realidad de una clase empresarial que sí esta preparada para los nuevos tiempos como demuestra día tras día y que en las últimas dos décadas ha dado un paso de gigante no sólo para adaptarse sino incluso para liderar – en algunos casos – los cambios en sus respectivas industrias.
En sentido contrario, el proceso de regeneración moral es algo de mayor calado y que lleva más tiempo porque no es una partida del presupuesto general del estado. La educación, la cultura del esfuerzo, la confianza en las instituciones o en la clase política no son cosas que se puedan cambiar de un día para otro. Pero los periodos de escasez tienen la ventaja de devolver la sensatez a gran velocidad. El tiempo dirá.
– Hablas de liderar el cambio. Recuerdo que, no hace mucho, Charlie Munger declaró que, en su opinión, una parte de la crisis de Occidente, se debía a los éxitos de la globalización, con el surgimiento de gigantes competitivos como China y el resto de tigres asiáticos. ¿Crees que la transferencia de poder y de riqueza es inevitable? O dicho de otro modo, ¿detrás del surgimiento de una nueva clase media en Asia y en Iberoamérica se esconde también la proletarización de Occidente?
No, no lo creo, Daniel. No creo, de ningún modo, que el desarrollo de Asia o Iberoamérica vaya a suponer un menoscabo al resto de economías desarrolladas, todo lo contrario. Es verdad que una primera fase de crecimiento muy fuerte de determinadas economías emergentes, ha producido un fuerte desequilibrio en las balanzas de pago a nivel internacional, que, a su vez, han revertido en algunos de los problemas que han salido a flote últimamente. Sin embargo, la previsible normalización de las tasas de crecimiento de las economías emergentes debería reequilibrar las mismas y traducirse en un mayor crecimiento potencial y más equilibrado para la economía mundial. Por lo tanto, la riqueza será mayor en su conjunto –aunque evidentemente el efecto base hace que las tasas anuales no sean comparables-.
– Los flujos económicos se han globalizado con fuerza, y, sin embargo, Trichet y Bernanke, Bruselas y Washington, han protagonizado respuestas muy diferentes al actual crash económico. En ese debate de ortodoxias, ¿con quién te alineas?
La estrategia de Bruselas/BCE –que aunque pueda parecer lo contrario, han ido de la mano- ha sido más arriesgada, no hay duda, pero los beneficios, en el medio plazo, van a ser mayores para el conjunto de la zona euro. Creo que se puede ser muy crítico con las formas pero no con el resultado. Y en cualquier caso, nunca sabremos cuánto de este sufrimiento –que indudablemente ha sido mucho- era de verdad necesario para conseguir lo conseguido. El sentido común se ha impuesto y los escenarios apocalípticos que tanto seguidor –¿oportunista?, ¿interesado? – han cosechado, se empiezan a perder en las páginas de los periódicos.
En Estados Unidos hay que diferenciar lo hecho por Washington y el papel de Bernanke. La reacción de la FED ha sido inmejorable. Hay que hacer hincapié en lo de la reacción expost que creo que en cierta medida atenúa la responsabilidad –que la tuvo- en el origen del problema. A modo de anécdota, yo ya llevo unos cuantos años pidiendo el Nobel –aunque sea de literatura como en el caso Churchill- para Bernanke.
Con respecto a Washington, la respuesta es la típica de los políticos: patada a seguir y el que venga que arree. Los tiempos políticos nunca son compatibles con la reducción del déficit, va contra la naturaleza dadivosa de los que están al frente. Creo que esta situación, sirve para poner en valor el diferencial de tipos –o prima de riesgo- como la más eficaz de las herramientas para torcer voluntades. Por el momento no sabemos si Merkel en este episodio ha sido una fría estadista o una peligrosa fundamentalista.
Al hablar de Merkel, uno piensa en la ortodoxia más estricta. Creo que éste es un punto importante. Los defensores acérrimos de la ortodoxia fiscal insisten a menudo en la solidaridad intergeneracional: ¿hasta qué punto podemos asfixiar a las generaciones venideras con una deuda monstruosa generada por el bienestar de hoy? Es una cuestión razonable, sin duda. Pero también cabría hacerse la pregunta contraria: ¿no es injusto que nuestra generación pague las deudas de nuestros padres para dejarles a nuestros hijos un «clean slate»? De hecho, detrás de la quiebra de los municipios de California, aplastados por unos pasivos en forma de pensiones de trabajadores retirados brutales, lo que yo percibo es mucha insolidaridad intergeneracional. Con esto quiero decir que este debate no me resulta tan sencillo de analizar como se ventila a menudo en la prensa. Por solidaridad yo entiendo el que una infraestructura que se va a disfrutar durante 50 años se financie gracias a deuda soportada por varias generaciones. Y por otro lado, tengo la sensación de que el problema de España – y de una parte de Europa – es de deuda, pero sin duda también es una cuestión de calidad del gasto público, de competitividad empresarial, de shock demográfico, etc.
Creo que una de los grandes aprendizajes de esta crisis es que ha servido para desechar grandes falacias como la sostenibilidad del Estado de Bienestar en su sentido más amplio: sólo derechos, nada de deberes. Llegados a este punto, volvemos a recobrar el valor del dinero y no todo vale. Hoy en día se plantean – por primera vez en mucho tiempo – esquemas de copago en sanidad, revisión del modelo de educación gratuita para todos y un largo etcétera. Y no suena anatema. Es clave que se abra el debate y que desde la frialdad de los modelos actuariales revisemos verdades que creíamos inamovibles. Incluso los políticos en situaciones como las actuales recuperan la cordura y abandonan dentro de sus limitaciones, el discurso fácil y cortoplacista.
– En todo caso, ¿son factibles los objetivos de déficit de España en un entorno recesivo? ¿Qué supondría no cumplir con el 5,3% en 2012 y el 3% en 2013? ¿Crees que Rajoy ha hecho bien al desmarcarse de la línea Maginot trazada por Bruselas?
El desmarque de Rajoy de la doctrina de Bruselas es la mejor prueba de que – como decía Bob Dylan – los tiempos están cambiando en Bruselas. Ya no se trata de retorcer el brazo a nadie, sino que ahora todo el mundo está alineado en la respuesta a la crisis y así se puede suavizar la retórica. Podríamos tener una larga charla sobre el “timing” del famoso LTRO del BCE y cómo de independiente fue el Banco Central a la hora de tomar la decisión.
Por lo tanto creo que el objetivo del déficit es complicado, creo que el compromiso del gobierno actual es absoluto y, lo que es más importante, creo que, llegados a este punto y por todo lo anterior, tiene una importancia mucho más relativa.
– También está el problema del crédito. Es conocida la anécdota de Soros, quien interpelado acerca de la economía de un país, preguntó si había acceso al crédito. Cuando le dijeron que no, Soros respondió que – sin crédito – ninguna reforma económica podía funcionar. Con el nuevo gobernador del BCE, Mario Draghi, se han realizado inyecciones agresivas de dinero en el sistema. En España, el Ministro de Economía, Luis de Guindos, ha planteado una importante reforma financiera. A pesar de todo, el crédito sigue sin fluir. Al menos, no con la facilidad que debiera. ¿Cómo valoras la situación actual? ¿Crees que, con las decididas medidas de Draghi, volverá pronto el acceso al crédito? ¿Y cuál es la solidez – presente y futura – del sistema bancario español?
Esto es un tema de prioridades muy sencillo. Lo primero que había que conseguir abrir era el mercado de deuda soberana, que ya se ha producido. Luego el de deuda corporativa, que también. Y por último, el de deuda bancaria. Una vez que los bancos se consiguen financiar en condiciones normales en los mercados, podrán financiar al resto, nunca antes.
El LTRO es el punto de inflexión en la crisis de deuda europea. Con esta medida la autoridad monetaria europea ha conseguido atajar de un plumazo los problemas que se cernían sobre el mercado de deuda soberana, el mercado de crédito, la financiación de los bancos y por último el acceso al crédito de empresas y familias. El hecho de que el banco de Santander haya emitido deuda senior a cinco años a un tipo razonable últimamente, o que Bankinter haya emitido cédulas hipotecarias al mismo plazo, con gran demanda por parte del inversor internacional, es la mejor muestra de que los tiempos están cambiando en el mercado de deuda y que eso acabará llegando al consumidor final.
Con respecto a la reforma Guindos, creo que el nuevo gobierno está cogiendo el toro por los cuernos. Esto se va a traducir en un sistema financiero saneado, con menos capacidad y con mayor credibilidad para acceder al mercado. El hecho de que esta reforma saque a los conductores borrachos de circulación, no puede ser mejor noticia. Va a redundar en beneficio del sistema financiero y consecuentemente de todos.
– Hemos hablado de la reforma financiera en curso. ¿Cómo valoras el resto de reformas que ha puesto en marcha el gobierno Rajoy? Sobre todo, ¿te parece suficiente la reforma del mercado laboral o te hubiera gustado el modelo de contrato único que preconiza Mario Monti en Italia y, entre nosotros, muchos de los economistas de FEDEA?
La reforma laboral es otra buena muestra de que a este gobierno no le tiembla la mano. Me gusta mucho el fondo –sobre todo por lo que se gana en flexibilidad- y las formas –porque están dejando a los sindicatos a los pies de los caballos y, eso no lo olvidemos, ellos son los grandes responsables del modelo de mercado laboral actual-. Es un paso clave para recuperar parte de la competitividad pérdida y es una buena muestra de que el gobierno actual no va a desperdiciar esta crisis.
– A veces, visto desde fuera, uno tiene la sensación de que España continúa siendo un país cuya arquitectura es básicamente gremial. Muchos sectores funcionan todavía en un régimen de pseudo monopolio: de las telecomunicaciones y la energía a las farmacias, por ejemplo. ¿El déficit de libertad no es un déficit de riqueza y, sobre todo, de oportunidades? Al modo de Lampedusa, ¿no crees que la clase media se ha visto abocada a sostener – en especial mediante el alza fiscal – las ineficiencias propias del privilegio, roturando de este modo la infraestructura básica de la justicia? ¿Qué otras reformas consideras inaplazables?
El haber estado ocho años en los mundos de yuppie tiene sus consecuencias. La primera reforma del todo ineludible es la del sector energético. Hay que terminar con la inseguridad que supone la ausencia de un marco regulatorio claro. No tengo duda de que lo van a hacer cuanto antes y que la respuesta va a ser equilibrada. Pero lo importante es saber a qué atenernos cuanto antes. Luego está la judicial, educativa, de administraciones públicas… Espero que el empuje de los primeros meses no les falle, ya que la tarea es ímproba.
– Al final, José Ramón, vuelvo a una metáfora un poco sesgada si quieres, pero creo que útil. Si te acuerdas, allá por los años noventa se liberalizó el mercado de futbolistas extranjeros en la liga. En aquel momento, muchos creían que asistíamos al final del futbolista nacional y de la Selección Española. El resultado ha sido el contrario, como pudimos comprobar en Sudáfrica. La libertad y la internacionalización nos han hecho mejores y más competitivos. Creo que esta puede ser la lección final que podemos extraer de la crisis: no hay que tener miedo a la libertad ni a la competencia, no hay que temer la excelencia. Es más bien al contrario: las falsas seguridades, los mercados intervenidos nos debilitan. Para terminar, me gustaría conocer tu opinión acerca del futuro: ¿cómo será España dentro de diez, quince años? ¿Hacia dónde vamos?
Yo creo que lo importante es no desaprovechar la crisis. Pienso que se dan las circunstancias para que de esta crisis salgamos reforzados, no sólo en el plano económico sino en el moral. Pero desde el punto de vista económico que es por donde va tu pregunta, creo que la zona euro en su conjunto, y España en particular, va a salir –está saliendo- de esta crisis muy reforzada. A nivel europeo, esta crisis nos ha servido para avanzar en la tan manida “gobernanza”, que no es para nada un tema baladí. A la pregunta de si de este trance vamos a salir con más Europa o no, creo que ya tenemos la perspectiva suficiente para decir que sí. Y en el caso español, todavía nos queda algo de travesía en el desierto. Pero yo confío en que es “short term pain” para un “long term gain”.
Artículo publicado en Ambos Mundos
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