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Corrección política

Obra: Bolig i Sisimiume (1879). Andreas Kornerup

La corrección política no constituye un espacio neutro ni equidistante. Y, de hecho, tampoco aspira a serlo. Como todas las ideologías, su instinto natural tiende primero hacia el control de las mentalidades y, después, hacia el extremismo y la caricatura. La lógica del poder es la de la fuerza y, en esa narrativa, que quiere ser dominante, la hegemonía del lenguaje y de la cultura desempeña un papel fundamental. Como ninguna época es inmune a la locura, cualquier disparate llega a adquirir una pátina de sensatez. Recuerdo haber leído hace años que, en Estados Unidos, se estaba trabajando en una nueva traducción de la Biblia en la cual se sustituía el concepto de Dios por el de “Dios Padre y Madre” o el de “Dios y Diosa”. Ahora, para facilitar su lectura entre las nuevas generaciones, se prepara una Biblia iluminada por la nueva gramática de los emoticonos. ¿Qué sucedería si aplicáramos esta revisión del lenguaje a la historia literaria? De Cervantes a Shakespeare, de Dante a Proust, ¿cómo podemos acercarnos a los clásicos sin un mínimo rigor filológico?

Fuente: The Objective.

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