El año pasado, leyendo El reino, de Emmanuel Carrère, descubrí que no había leído a Plutarco y tampoco a Marcial, y menos a Suetonio. Era larga la lista de autores grecolatinos citados por el escritor francés que yo no había leído. Ahora mismo puedo agregar a Herodoto y Tucídides. Sí, leí a Homero, y también a Ovidio y a Virgilio. ¿Cuenta?
Lo cierto es que mientras más se suceden los años descubro a más autores antiguos que no he leído. He creído, en ciertas ocasiones, haberlos leído, de tanto verlos citados por otros, y es cierto que algo ha habido: fragmentos, capítulos, poemas de ellos en cursos introductorios de literatura en la universidad. Y me han influido porque son los gigantes sobre los que descansan, muchas veces sin saberlo, todos esos autores de los últimos ciento cincuenta años que concentran mis lecturas. Hace poco leí a un poeta chileno reciente y encontré ecos de Marcial (pero este poeta sí sabía de Marcial). Me pasa con otras literaturas. El año pasado leí fascinado la Edda Mayor y El lenguaje de los pájaros, y hace poco el Bhagavad-Gita, pero son tantas las sagas islandesas con las que estoy en deuda, y los poemas sufís y las grandes obras de la sabiduría de la India. Muchos de esos libros están en casa, en mi biblioteca, aguardándome. Ahí voy, listo a dar cuenta de ellos de uno en uno, para que cada uno de esos libros me revele la infinita lista de libros que me faltará leer, y también las fragmentos de mi cosmovisión que provienen de ellos sin que yo lo haya sabido hasta ahora.
Edmundo Paz Soldán es escritor. Su último libro es LasVisiones (Páginas de Espuma, 2016).
