Las lágrimas

por | Ene 28, 2019 | Solar Antiguo | 1 Comentario

Sostiene Nabokov que dejar hablar a la memoria constituye el principio de toda verdad; o, lo que es lo mismo, permitir que el recuerdo alumbre la vida familiar. En el Antiguo Testamento, el pueblo judío estableció otro axioma similar al referirse a la mirada de las lágrimas. Estas no equivalen exactamente a la tristeza, ni mucho menos a la depresión. Pensemos en Velázquez retratando a los enanos y a los bufones de la corte del rey Felipe IV. Pensemos en Cervantes y en el humor tierno del Quijote. Pensemos en la música abstracta y metafísica de un Johann Sebastián Bach, transida de un dolor lacerante en arias como “Erbarme Dich” o en el sobrecogedor inicio de la cantata BWV 82 Ich Habe Genug. La fenomenóloga francesa Catherine Chalier ha escrito en su Traité des larmes páginas luminosas al respecto, incidiendo en la relectura de la realidad que supone el
llanto. Frente al rostro cortante y anguloso del poder, las lágrimas nos enseñan a mirar con ojos acuosos, llenos de ternura y de humildad.

El perfil acerado de la verdad adquiere un aspecto distinto si se contempla desde el corazón. También C.S. Lewis sostuvo que la belleza (y el amor) van asociados con el dolor de las espinas.

Para San Ignacio, las lágrimas son un don místico en el camino de la purificación de las almas. Para el rabino Najman, el sollozo permite alejar del alma el dictado del materialismo. Chalier observa, con gran perspicacia, cómo los personajes veterotestamentarios que rechazan la voluntad de Dios – de Caín al Faraón – son aquellos que desconocen la virtud salvadora del llanto. Jesús, en cambio, lloró desconsoladamente al presentir el futuro de la ciudad santa de Jerusalén.

Si Dostoyevski habló de una belleza que salva, en contraposición quizás a otra idolátrica y autorreferencial, meramente estética, que condena, es porque pensaba en el don de las lágrimas, capaz de disolver los espejismos del éxito – o del sentimentalismo huero – para adentrarse en el auténtico corazón sufriente de la humanidad.

Daniel Capó

Daniel Capó

Casado y padre de dos hijos, vivo en Mallorca, aunque he residido en muchos otros lugares. Estudié la carrera de Derecho y pensé en ser diplomático, pero me he terminado dedicando al mundo de los libros y del periodismo.

1 Comentario

  1. Hola Daniel. Un brillante artículo por el que te felicito. Estoy de acuerdo. Has leído mi Edmond y la samaritana en Alfa y Omega. Te recomiendo además el libro Elogio de la sed de José Tolentino Mendonca.

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