Armando Pego: “La defensa de la conciencia, al modo de John Henry Newman, es decisiva en el momento actual”

por | Ene 24, 2017 | Perfiles | 0 Comentarios

xxi-guelfos-armando-pegoProfesor de filosofía y literatura en la Universitat Ramon Llull, “reaccionario a su pesar” como se define en el primer tomo de su Trilogía güelfa (Editorial Vitela), lector matizado y culto, de voz inconfundible, Armando Pego Puigbó ha trazado en estos últimos años, primero desde su blog, Donna mi prega, y, ya en papel, en su Trilogía güelfa –XXI güelfos, Teología güelfa, Memorias de un güelfo desterrado, ed. Vitela-, las líneas maestras de un territorio que se quiere voluntariamente antiguo, no en lo que tiene de baldío ni yermo, sino como humus de futuro. Nueva Revista dialoga con el autor en esta extensa entrevista.

En las memorias del insigne historiador John Lukacs leemos que él se considera un reaccionario y no un conservador; del mismo modo, afirma que Chamberlain era conservador, pero Churchill sólo podía ser reaccionario. En XXI Güelfos, usted se declara reaccionario a su pesar. En una época como la nuestra caracterizada por el olvido de la tradición, cabe plantear una crítica al uso: ¿cuánto hay de idealización en la lectura del pasado que plantea el pensamiento reaccionario?

Su pregunta se dirige al corazón mismo de la búsqueda que he emprendido con mi Trilogía güelfa. Como usted indica, me defino como reaccionario a mi pesar. Es adecuado distinguir un reaccionario de un conservador, pero también es preciso marcar las distancias entre un reaccionario y un tradicionalista. Quizás la línea de separación sea muy sutil “a mi pesar”. Dicho de otro modo: todo tradicionalista es reaccionario, pero no todo reaccionario es necesariamente tradicionalista. Dado un proceso de aceleración histórica como el que estamos viviendo (en el ámbito de las ciencias, de la medicina, de las nuevas tecnologías…), hacerse la ilusión de que se puede permanecer anclado en un determinado punto para oponerse o enfrentarse al progreso no es sino estar a punto de ser arrastrado por él. Tal vez paradójicamente, mi reaccionarismo se inspira en la interpretación que da Walter Benjamin al Angelus Novus de Klee. Bien quisiera detenerme, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero el huracán del progreso amontona ruina tras ruina hasta el cielo. Ahora bien, con las alas extendidas, la mirada a estas ruinas constituye un testimonio que retiene (incluso en el sentido teológico del “katéjon” de san Pablo) la catástrofe última. Creo que el Apocalipsis consiste en el cierre de la transcendencia, en el triunfo absoluto de la inmanencia que hace ininteligible otra cosa que no sea un presente cuya presencia, al mismo tiempo, siempre echamos en falta. Mi reaccionarismo apela al pasado no para entronizar un cadáver, sino para trazar las líneas de fuga que garanticen, naturalmente, unas libertades básicas que consisten en el ejercicio consciente de las posibilidades que una tradición en crisis, hasta anémica, todavía exige repensar. Soy consciente de que la exasperación nihilista de nuestra época no puede simplemente ser remontada. De negar una negación ya no resulta una afirmación. Negar nuestros orígenes -biológicos, sociales y culturales- pone de manifiesto la presión intolerable que sigue ejerciendo sobre la conciencia occidental la metáfora de la Caída. Ante el vértigo de tal abismo creo que mirar al pasado tiene por misión, más que el restablecimiento imposible de lo abolido, resistir o “recusar” su destrucción para recobrar su imagen original, el icono divino de su creación, sin suprimir ni maquillar las huellas de su finitud. Idealizarlo, en efecto, es intentar absolverlo de una culpa que no se quiere reconocer. Condenarlo o darlo por superado, una forma de justificar nuevas formas de opresión social y moral.

Continúa leyendo la entrevista en Nueva Revista.

Daniel Capó

Daniel Capó

Casado y padre de dos hijos, vivo en Mallorca, aunque he residido en muchos otros lugares. Estudié la carrera de Derecho y pensé en ser diplomático, pero me he terminado dedicando al mundo de los libros y del periodismo.

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