¿Deberes sí o no?

por | Jun 30, 2016 | Animal Social | 1 Comentario

Los argumentos académicos en contra de los deberes se suceden y ahora leo que la confederación de padres de la escuela pública, la Ceapa, ha solicitado formalmente que se supriman los cuadernillos de verano, de modo que las vacaciones escolares sean un tiempo de ocio y nada más. Se sabe que el juego, sobre todo si es libre y desestructurado, forma parte del aprendizaje natural de los niños (algo, por cierto, que se constata asimismo en los animales), por lo que, para un buen número de padres, el verano debería convertirse en una especie de reserva natural destinada al descubrimiento, el juego, la exploración y la búsqueda. Nuevos amigos, la playa o la montaña, el reencuentro de las  familias, una noción de la aventura y el riesgo alejada del estricto control parental conformarían algunos de los objetivos de esta pedagogía estival, frente a los tediosos ejercicios de matemáticas o el repaso de las normas gramaticales.

La obsesión actual en contra de los deberes también tiene que ver con la moda de las habilidades no cognitivas. Bastantes estudios subrayan la importancia del autocontrol emocional, la sociabilización, la perseverancia o la confianza, rasgos que difícilmente se adquieren por vía académica –si hacemos caso al periodista de la educación Paul Tough–, pero sí a través del juego, ya sea libre u organizado. Por último, los partidarios de suprimir los deberes utilizan también un argumento de carácter social, ya que el trabajo escolar en casa –y las clases de repaso– acentúan las diferencias socioculturales de las familias. Así, en lugar de disminuir la brecha formativa entre los distintos alumnos de un curso, se incrementaría según la actitud, el nivel cultural y la capacidad económica de los padres. Si lo interpretamos así, los deberes irían en contra de la igualdad social.

Por supuesto, hay motivos de sobra para defender casi cualquier posición. Estudios como los del premio Nobel de Economía James Heckman han demostrado la crucial importancia de las habilidades no cognitivas, que se adquieren básicamente durante los primeros años de vida. La obsesión por enseñar a leer a una edad temprana –antes de los seis o los siete años– resulta irrelevante. Y, desde luego, visto los resultados que obtenemos en pruebas internacionales como las de PISA, es muy probable que el currículum español esté mal diseñado, con un exceso de materias y conocimientos en los que no se llega a profundizar lo suficiente. Pero, al mismo tiempo, suprimiendo de forma radical los deberes de verano, lo único que refuerza es otro proceso bien conocido por los teóricos de la educación y que en inglés se denomina summer learning loss. Un verano sin  lectura ni matemáticas equivale a retroceder unos dos o tres meses en las correspondientes habilidades del niño, lo cual, en efecto, contribuye a incrementar las diferencias entre los alumnos.

Tal vez el punto medio entre las dos posiciones sea precisamente éste: habría que leer y ejercitar las matemáticas (además del inglés o cualquier otro idioma extranjero), mientras que todo lo demás resultaría bastante irrelevante. Por supuesto, leer un libro no es lo mismo que hacer deberes, pero sí exige constancia y cierta voluntad. Del mismo modo, aunque se pueden utilizar muchos juegos para repasar las matemáticas –del Mancala a los Lego, de las cartas SET a un buen número de apps–, seguramente también sea conveniente dar algún tipo de explicación teórica, quizás no más de diez o quince minutos diarios.

En un mundo donde cada vez escasean más los buenos trabajos y en el que además se priman sobre todo las capacidades analíticas, no parece que las propuestas de la Ceapa vayan a convencer a los escépticos. De hecho, la tendencia contraria parece imponerse. De acuerdo con el sociólogo Robert Putnam, en las últimas décadas, los padres con formación universitaria han multiplicado por cuatro el tiempo de lectura de sus hijos. También invierten mucho más dinero en actividades extraescolares, clases de repaso, enseñanza de idiomas y tutorías personalizadas. Para el periodista David Brooks, “el bachillerato constituye una máquina de selección social”. Seguramente, la ansiedad de los padres contribuye a que todo el proceso educativo sea un proceso de selección social. Pero el mundo global y competitivo de hoy también lo es. Y no parece que nada ni nadie pueda cambiar esta tendencia.

Artículo publicado en Diario de Mallorca.

Daniel Capó

Daniel Capó

Casado y padre de dos hijos, vivo en Mallorca, aunque he residido en muchos otros lugares. Estudié la carrera de Derecho y pensé en ser diplomático, pero me he terminado dedicando al mundo de los libros y del periodismo.

1 Comentario

  1. Es punto medio es el bueno en mi opinión. Lectura, pequeños resumenes de lo leído en idioma y algo de mates a través de juegos

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